miércoles, 21 de diciembre de 2016

22/11/63

Siempre he declarado mi gusto por los libros de Stephen King, y con cada nuevo que leo me siento más apegada a él. En esta ocasión nos deleita con un viaje en el tiempo que emprende un profesor de literatura norteamericana, que junto con su amigo Al Templeton (mesonero y dueño de un restaurante), intentan impedir el asesinato de Kennedy. Sin embargo por una serie de acontecimientos es Jake (nuestro profesor de literatura) quien deberá emprender este peligroso viaje solo. Cuando Al le muestra la especie de entrada al pasado que hay en su restaurant, Jake no lo cree así que Al le invita a verla por sí mismo.

Una vez más, King nos muestra su riguroso trabajo de investigación al retratar al exmarine Lee Harbey Oswald, presunto asesino de Kennedy. Dicen que aunque Oswald sea el que apretó el gatillo, se manejan teorías de una conspiración... no lo sé muy bien; retrata la vida del estadounidense Oswald, su tendencia al comunismo, su amistad con un magnate de nombre George que presuntamente lo alienta para sacar su lado oscuro. Lo que sí es claro, es que Jake va de camino a detenerlo antes de que vaya al depósito de libros en Dallas que es donde él trabaja, para que no mate al presidente de ese entonces. Con esta novela aprendemos que nuestras acciones en el pasado alteran el presente de una u otra manera, que somos capaces de influir en la vida de las personas sin saber dónde, cuando o como; es un relato de semificción.
En su aventura al pasado Jake querrá cambiar algunas otras cosas primero como experimento, sabiendo que cada vez que entre de nuevo al pasado todo será un reinicio. Es decir si él cambia algo en un viaje y vuelve al año actual, si desea volver al pasado tendrá que repetir las mismas acciones que hizo en el primer viaje. Una historia 100% buena.

¿dentro o fuera???

Este gobierno nos tiene en niveles de estrés alarmantes. Creo que fue el mismo día que iban a salir los billetes nuevos, Maduro ordena por cadena nacional que los billetes de 100 volverán a circular. Para unos no será mucha la diferencia: «ya me los gasté, qué tanto...» pero para otros supone un dolor de cabeza porque quienes depositaron en el banco tendrán que volverlos a sacar (los venezolanos siempre debemos llevar efectivo, para cualquier cosa). En una ocasión, mi madre me dijo que una peluquera estaba llorando porque hizo una cola larguísima para depositar su fajo de billetes y al final no lo pudo conseguir. No es que con un fajo se pueda comprar mucho, pero al menos ayuda ¿cómo se sentirá esa pobre señora cuando se enteró de la recirculación de los de 100? No me lo quiero imaginar. Mientras tanto, el revocatorio no se ve por ningún lado. La Sala "Constitucional" del Tribunal Supremo de Justicia reintegra a las rectores del CNE pasando por encima del poder legislativo, alegando que este continúa en desacato. Por la medida de los billetes hubo muchos saqueos sobre todo en comercios pequeños. En definitiva, nuestro presidente actúa como el prestidigitador que siempre tiene un truco bajo la manga. Y nosotros, los venezolanos, nos vemos en la necesidad de pasar unas «navidades modestas» como leí en un artículo en la revista Todo en Domingo, diciéndole a los niños que Santa Claus tiene unos duendes enfermos y no podrá traer los regalos como antes, confiando que no les dé por preguntar con qué plata dispone el niño Jesús para satisfacer sus deseos. Por cierto la gaita que les dejé en la entrada pasada la canté cuando tenía siete años ¡no ocho! Bueno, hasta otra ocasión. Un abrazo, Zoraya.
«Nunca sabemos en qué vidas influenciamos, ni cuándo, ni por qué. No lo descubrimos hasta que el futuro devora el presente. Cuando es demasiado tarde.» Stephen King, 22/11/63

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