miércoles, 23 de octubre de 2019

Espíritu, alma y cuerpo

Era martes, 23 de octubre de 2018. Un día como otro cualquiera, pensé. Había ido a la once para ver qué servicios me autorizaron, ya que por no ser española no tengo derecho a afiliarme y por lo tanto no puedo participar de la bolsa de empleo que ellos tienen, ni pedir voluntarios para asistencia. Así que desde secretaría enviaron una carta a La sucursal de Madrid, y les respondieron con la buena noticia que tengo derecho a la venta de cupones de lotería, pedir préstamos de libros y asistencia en orientación y movilidad. En medio de mi conversación con el animador de cultura recibí un mensaje de mi novio. Decidí que le hablaría luego. El chico continuó con la conversación: decía que cada mes hacían excursiones de senderismo a las que podría asistir sin problemas, ya que suelen acudir voluntarios suficientes. Ya tenía la idea que mi novio me acompañaría algún día, obviamente me emocionaba aquello. Llegué al departamento compartido en el que vivía en ese entonces. Estaba demasiado apurada para hacerme almuerzo, así que decidí contestarle a mi novio y de paso llamarle para contarle las buenas nuevas. Sin embargo, su mensaje era bastante inquietante: tenía algo muy importante que decirme, y lo haría cuando estuviese solo. Eso no pintaba nada bien. Afortunadamente una de mis compañeras de departamento me dejó algo de pasta con carne que había hecho; la comí apresurada para encerrarme en mi cuarto y llamarle, con el estómago hecho un nudo y el teléfono casi sin batería. Era lo que me temía: estaba terminando conmigo. Chicos, he sido bastante abierta con ustedes en cada publicación que les escribo, ¡les he contado incluso qué tipo de copa menstrual uso! Y las diferentes razones para que la tengan, por supuesto... pero no puedo contarles los motivos por los que Charles me terminó. Principalmente por respeto a él. Lo que sí les puedo decir, es que si están enfrentando una ruptura les recomiendo en grado sumo que traten de no estar solos en esos momentos si pueden. Esa primera noche sentí que estaba realmente, realmente sola aquí en España. Como les he dicho antes mi familia se fue a Chile y yo me vine por elección propia, era algo preparado y estudiado. Cuando planeas, es más fácil enfrentarte a las consecuencias de lo que decides, y lo que pasó ese día me cayó completamente por sorpresa. Por primera vez en los casi cuatro meses que llevaba aquí, quería que mi madre me abrazara toda la noche, la cama se me hizo grande (a pesar de nunca haberla compartido con él). Muchas veces le decía a mi madre ¡Dios no debería permitir esto, es muy injusto! Ella me decía que debía retractarme de mis palabras, que estaba hablando desde el dolor... pero en ese momento no lo entendía. Ese día el almuerzo no lo retuve, aunque al tercer día volví a comer. El tiempo pasaba. Estaba clara en el hecho que no iba a ser una de esas mujeres despechadas que se entregaría a los vicios ni al consuelo de cualquier hombre que se encontrase por allí. Fueron meses muy tristes; aún hoy en día me pregunto cómo la gente me decía que veían una luz en mi, que les inspiraba la sonrisa que veían en mi cara y la valentía con la que paseaba por la vida, si casi todas las noches me sentía tan mal. Y así pasó mi cumpleaños, muy diferente a como lo había previsto. Aún para ese tiempo no podía trabajar, pero iba al gimnasio tres veces a la semana y trataba, cada vez que podía de socializar porque el encierro me volvía loca. El médico me llegó a diagnosticar déficit de vitamina D, porque no tomaba luz del sol. Así fue como uno de esos días mientras caminaba por la calle pensando en lo estancada que creía estar mi vida, pensé: «quiero volver a la iglesia», necesitaba saber qué era lo que Dios tenía para decirme, por qué estaba pasando por esa situación... en fin, quería respuestas. El domingo de esa semana, llegué a una que no conocía. Me senté en el último banco y escuché al pastor, pero nada de lo que decía me entraba en la cabeza. Pensaba: «esto es estúpido, no tiene sentido, no es para mi». Decidí irme, allí tampoco estaba lo que buscaba. Sin embargo, como Dios persiste en estar con quienes aceptan que las respuestas que buscamos están en él y en su palabra, usó a un venezolano que asiste a un café-internet al que acudo regularmente para que me invitara a la iglesia donde se congrega. Fui un sábado en el que justamente iban a orar por Venezuela. Todo muy lindo, me encantó la vibra de la gente que había allí... pero Dios no estaba conforme con darme eso. Al día siguiente me invitó para el culto, pero no quise ir. El fin de siguiente volvió a invitarme y me dije: bueno, vamos a ver que tal. Ese día, sentí que mi espíritu revivió. No solo por lo que el pastor había predicado, sino porque sentí que él tocaba mi corazón y me decía: no estás sola, nunca lo has estado. Yo siempre estoy y voy a estar contigo. Lloré a moco suelto y tendido, pero no me importó. No me olvido de cuál fue la prédica: Hebreos 12, 12-15. El pastor nos advirtió de las cosas que no nos dejaban avanzar y una de ellas, eran las raíces de la amargura de las que dice en el libro. Y mientras renunciaba a las raíces amargas con los demás, sentí que me llenaba con una esperanza que tenía tiempo sin vivir, una sensación de calidez difícil de explicar.

Una Nueva Naturaleza


Hay tantas cosas que podría decir, pero hoy les compartiré las más importantes. Me bauticé el pasado 16 de junio. Conocer a Dios es una experiencia sin igual: saber qué es, lo que es, lo que quiere para nosotros... ¡y apenas estoy comenzando el viaje! Tengo cosas que sé que él debe tratar conmigo, y tengo el corazón dispuesto a ello. Hace unos días escuché una prédica que, de hecho, es una de las que más me han quedado y habla de la naturaleza del hombre, y la de cristo. Dios nos dice en su palabra que somos un ser de espíritu, alma y cuerpo.
  • El espíritu, es, en palabras del predicador, lo que nos hace querer saber de las cosas eternas, las de Dios, ansiar el conocimiento de su naturaleza y vivir conformes a ella.
  • El alma se conforma por nuestra mente, nuestras emociones y deseos. Lo que muchos llaman temperamento
  • el cuerpo, es lo que nos permite interactuar con lo material.


Nosotros, continuó diciendo, por ser hijos de Adán nacemos con su misma naturaleza pecaminosa. Es lo que los católicos llaman el pecado original: es decir, tenemos tendencia a vivir en el pecado y por lo tanto, nuestro espíritu está muerto y somos gobernados por nuestra alma; creemos que Dios no es real o si sabemos que lo es lo vemos como algo concebido por nuestra mente y no lo podemos entender. Pero desde el momento en el que decidimos creer en el sacrificio que hizo Jesús por nosotros, empieza a vivir nuestro espíritu. Voy a dejarles la prédica completa para que la puedan oír, es muy interesante de verdad. Lo que domina la reacción de la gente en el orden natural es el alma: reacciona ante lo que le dictan las emociones, mente y temperamento En Cristo, somos espíritus vivificados. Sabemos que Dios está vivo, podemos comprender las cosas del espíritu y las anhelamos. Tenemos un deseo de conocer las cosas de Dios, cobra sentido aquellas cosas que anteriormente pensábamos que eran para personas mayores, que creíamos aburridas, fracasadas... Chicos, el vivir conforme a lo que a Dios le agrada no es fácil para quienes estábamos acostumbrados a vivir conforme a nuestros deseos. Buscar la santidad es, al menos según lo que creo, rechazar el pecado como lo hace Dios. No quiere decir que seamos perfectos. Nos vamos a equivocar muchas veces a lo largo de la vida, y Dios ve nuestras intenciones. Lo importante es orar en todo momento y decirle: padre, sé que cometí este error: mentí, le dije a un familiar cosas que no debí haber hecho, pero aquí estoy para que me perdones y para que sepas que estoy intentándolo. Atención: El ser pecador no significa vivir en pecado. No es que porque sepamos que Dios es un padre bondadoso y que siempre nos va a perdonar, tomemos esto como una licencia, un permiso para pecar. No es lo mismo mentir de manera inconsciente, que ser un mentiroso. La iglesia, como lugar de congregación nos acepta a todos como Dios lo hace sin importar el mal que hayas hecho. Recuerden al ladrón que estuvo junto a él en la cruz y le dijo: recuérdame cuando estés en el paraíso, y Jesús respondió que ese mismo día estaría con él. Por último, les animo que acepten a Jesucristo como su salvador personal, que entre en sus corazones y les ayude a cambiar sus vidas. Les aseguro que si toman esta decisión todo será diferente. Ustedes se preguntarán ¿pero qué tiene que ver una ruptura con el hecho que haya vuelto a seguir a Dios? Muy sencillo: las dos principales razones por las que muchos buscan de Dios es por estar en problemas, o por interés; sin embargo, él usa esas situaciones donde nos sentimos más vulnerables para que nos demos cuenta que con su guía en nuestras vidas estaremos bien. No se olviden que la paz es Dios en medio del conflicto y no la ausencia de ellos.

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